martes, 24 de febrero de 2009

Pin - chu - do

Hoy, un fragmento de "La tempestad", obra de teatro de William Shakespeare que estoy leyendo.
El fragmento en cuestión:

FERNANDO
¡Admirable Miranda, cumbre de toda admiración, que vales lo que el mundo más estima! He mirado a muchas damas bien atento, y muchas veces la armonía de su voz ha cautivado mis ávidos oídos. Por diversas virtudes me han gustado diversas mujeres; ninguna con tal ceguera que no viese algún defecto en riña con sus más nobles encantos hasta dejarlos vencidos. Pero tú, ¡ah, tú!, tan perfecta y sin par, fuiste creada de las bondades de todas.

MIRANDA
No conozco a nadie de mi sexo, ni recuerdo un rostro de mujer, salvo el mío en el espejo; y que pueda llamar hombres, yo no he visto más que a ti, buen amigo, y a mi padre. Ignoro cuál sea la figura de otras gentes, mas, por mi pureza, joya de mi dote, en el mundo no deseo más compañero que tú; y a ninguno puede dar forma la imaginación que me guste más que tú. Pero hablo demasiado, y no obedezco los preceptos de mi padre.

FERNANDO
Por mi estado soy príncipe, Miranda, quizá rey (ojalá no), y no menos me repugna esta servidumbre de leñero que dejar que la moscarda mancille mi boca. Te hablo con el alma: apenas te vi, mi corazón fue volando a tu servicio, en el que permanece hasta hacer de mí un esclavo. Por ti soy un leñero tan sufrido.

MIRANDA
¡Ay, tu barba... estás pinchudo! ... ¿Me quieres?

FERNANDO
¡Cielos, tierra! Dad fe de mis palabras y, si digo la verdad, premiad con buen suceso cuanto afirmo; si miento, traed el mal a lo mejor de mi futuro: más allá de los límites del mundo yo te quiero, estimo y venero.

¿Alguien se imagina una frase así en una escena de amor devoto como ésta?