Viernes en la secundaria privada en la que trabajo. En el horario en el que se hace el segundo recreo (de 11:15 a 11:30), se convocó a todos los alumnos del secundario al salón de actos, por el acto
del día del maestro. Antes de continuar con mi trabajo habitual en la biblioteca, decidí sumarme sin demora al acto y allí concurrí.
Hubo discursos y canciones que los chicos ensayaron. El trabajo de los alumnos fue realmente esmerado y valorable. Fue el caso de cuatro chicas de 4º año que presentaron "Aprender a volar". Mientras una de ellas cantaba la letra, las otras tres lo hicieron mediante el lenguaje de señas.
En un momento empezó una canción en la que Fernando, el profe de historia tocó la guitarra y dos alumnos el bajo y la batería. El profe dijo "vamos a calentar" y empezó a zapar una cosa rockera.
Acto seguido me paré de la silla, me subí al escenario, agarré el micrófono y me puse a improvisar con la banda. Jugué a ser Ian Gillan adelante de 400 personas. El profe metía distorsión, desparramaba acordes y arrojaba notas altas como quien tira un centro, rasgando las cuerdas con feeling blusero. El ambiente ya estaba candente y daba para jugar hasta el final. Coree el nombre de la escuela llevando el disfrute de los presentes hasta el paroxismo, regodeandome cual profe rockero que se pone la camiseta de Ronnie James Dio. Una colega de Lengua y Literatura, al bajar del escenario, me dice "no te tenía así, como si fueras el Dr. Jeckyll y Mr. Hide".
La pasé bomba. Luego los chicos me elogiaron y a la salida, al pasar con la bici rumbo a la otra escuela un alumno de 3º Humanístico me dice "¡muy bien che, la rompiste!". Si lo tenés adentro y tenés ganas, largalo y gozá. Como si estuvieras en tu vieja habitación, jugando al Metal.