"Absurdo ¿verdad? Pero es un absurdo por el cual vale la pena vivir y morir". O por lo menos eso es lo que pensaba mientras caminaba por esas calles que no le gustaban para nada pero que, no obstante, le ofrecían al llegar una oferta laboral que no podía rechazar.
L. espera en el lugar indicado. Asi se lo ordenaron. Nadie viene. En el cuarto contiguo se escucha cantarle el felíz cumpleaños a alguien. "¿Quién será? Desearía poder verle la cara".
Sobre la mesa encuentra algo con que entretenerse. Mira hacia el pasillo y la puerta, pero no se oyen pasos por la escalera. "No one came". Suena en su cabeza una vieja canción que le gusta mucho.
Las mil y una noches - Tomo II. Capítulo 111. Palabras de la segunda joven."¿Alguna día volverás a mí? ¿Serás la de antes? Solo respuestas lacónicas me aguardan detrás del teléfono. Una tarjeta postal será el último aliento de este esfuerzo"; divagaba, garabateaba vanos pensamientos en su cabeza. L. redoblaba los esfuerzos para entretenerse mientras esperaba que llegara alguien para comenzar su trabajo. Reflexiones, viejas canciones, lecturas de lo que sea que encontrara a mano lo mantenían ocupado mientras seguía su espera.
Ella dijo:
El gran visir Dandán prosiguió de este modo:
Entonces se adelantó la segunda joven, que tenía una mirada muy brillante y una cara muy fina, animada por una eterna sonrisa. Besó siete veces la tierra entre las manos de su difunto padre el rey Omar Al-Nemán, y dijo:
Suena el teléfono. "Hola soy Roberto. ¿Tenés un minuto? Es que me acabo de despertar, todo meado. Creo que me desmayé, no se que pasó ¿Podés pasar por acá ni bien termines con el laburo? Si, si, estoy bien ahora. Te espero".
Firma el registro de salida; sale presuroso. Saca boleto y consigue un asiento. "(...) porque ya no va quedando mundo fuera del zapallo". Recuerda páginas de grato placer mientras continúa su viaje fuera de ese barrio, junto a Macedonio.
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