lunes, 27 de mayo de 2013

Lo tengo fríamente calculado

"Supongamos que la vida y fortuna de cada uno de nosotros dependiera en algún momento de nuestro éxito o fracaso en una partida de ajedrez. ¿No es cierto que deberíamos considerar como deber el conocer por lo menos los nombres y movimientos de las piezas, que deberíamos de tener alguna noción de las tácticas de juego, y que pondríamos un especial cuidado en aprender la forma de dar o eludir jaques?
Pues, una verdad simple y elemental es que la vida, la fortuna y felicidad de cada uno de nosotros, y en mayor o menor medida, de las personas cercanas a nosotros, dependen de nuestro conocimiento de algunas de las reglas de un juego infinitamente más difícil y complicado que el ajedrez. Se trata de un juego practicado desde épocas remotas, en el que cada hombre y cada mujer participa como uno de los dos contrincantes de su propia partida. El tablero es el mundo, las piezas son los fenómenos del Universo, y las reglas del juego son lo que nosotros llamamos leyes de la naturaleza. El otro jugador de oculta a nuestra vista. Sabemos que sus jugadas siempre son acertadas, justas y pacientes. Pero también sabemos, por la cuenta que nos trae, que nunca perdona los errores, que jamás hace ninguna concesión a la ignorancia. El hombre que juega bien es recompensado con esa clase de generosidad desbordante que siente el fuerte al demostrar su fuerza. El que juega mal recibe un jaque mate; sin precipitación pero sin remordimientos".

Thomas Henry Huxley

Reproducido de A liberal education ("Una educación liberal")

Ahora, tomando en cuenta esto que transcribí, me pregunto... ¿Y qué tal si las emociones que tenemos y vivimos los seres humanos, pudieran ser reducidas a variables, a factores sometidos al control y la previsibilidad?
Algo así como aplicar los postulados de Nash sobre las emociones propias y ajenas.
 

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