viernes, 14 de febrero de 2014

Un mundo nuevo y un difunto



El mundo sigue girando. Los esfuerzos se dispersan del objetivo exigido y los dedos se ocupan de cualquier otra cosa, menos de lo que se espera que hagan. Un caso similar con el intelecto, distraído. Una franca actitud pasiva ante los deberes.
En un rincón del litoral, ahí donde florece el atardecer en jirones rosados y cardenales, y otros tanto pícaros de colores azules y anaranjados opacos que pululan alrededor de la parra, la proximidad del río y la distensión, favorecen la lectura. Títulos que se abrían muy cada tanto, casi con un letargo de hibernación, se nutrieron de golpe con ojos, mucho ojos que completaron dos tercios del total de su cuerpo. Otras letras se adelantaron y lucharon unas con otras en medio de una guerra civil y de un histórico compromiso revolucionario.
El mundo sigue girando. Acabo de comenzar con "El difunto Matías Pascal", de Luigi Pirandello. El mundo sigue girando y antes de que lo siga haciendo con una fuerza inusitada que pareciera tirarte como de un zamba, re leo una parte del comienzo que me gustó particularmente.
—Reverendo amigo —dígole yo, sentado en el poyo, con la barba apoyada en el puño del
bastón, mientras él anda cuidando sus berzas—, no me parece que sea ya tiempo el que
corre de escribir libros, ni siquiera de escribirlos por broma. En relación con la literatura,
como con todo lo demás, tengo que repetir mi habitual estribillo: ¡Maldito sea Copérnico!
—Hombre, ¿y qué tiene que freír en esto Copérnico?— exclama don Eligio, irguiendo el
busto, con la cara que le echa fuego bajo el sombrero de paja.
—Pues sí que tiene que freír, don Eligio. Porque, cuando la Tierra no giraba...
—¡Y dale! ¡Pero si ha girado siempre!
—No, señor, no ha girado, porque el hombre no lo sabía, y, por lo tanto, era como si no
girase. Además, que usted no puede poner en tela de juicio lo de que Josué detuvo al Sol.
Pero dejemos esto a un lado. Digo que, cuando la Tierra no giraba, y el hombre, vestido de
griego o de romano, hacía en ella tan gallarda figura y tenía tan alta opinión de sí mismo y
se recreaba tanto en su propia dignidad, me parece lógico que pudiese encontrar gusto en la
lectura de una narración minuciosa y llena de pormenores oc iosos. ¿Dice o no dice
Quintiliano, como usted mismo me ha enseñado, que la Historia, debía escribirse para
contar y no para probar nada?

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