Sigo escribiendo con la expectativa de que en algún momento, en algún lado, pueda volver a conectarme y se envíen estos whatsapp. Además, ya sea que en algún momento logre conectarme, o no, lo que voy relatando a cada compañero, amigo o familiar, me queda como crónica de viaje e inclusive quizás a la vuelta lo publique en mi viejo blog, como para volver a darle algo de vida.
Eso si, Silvina se conecta sin dificultades, el problema (vaya a saber por qué razón) es de mi teléfono.
Hoy es el primer día completo que pasaremos en el Hotel Sol, de Cayo Coco, luego de llegar ayer por la tarde. Acá la vida y el buen pasar, son realmente de gran bacán. Uno se siente (casi como) un pequeño burgués por tres días. Como olinclusiv que es (en el caso de las comidas), se corre muy fácilmente el riesgo de caer en excesos.
Por caso, hace unas horas en el desayuno, luego de tomar un poco de jugo de piña con un panqueque repleto de trocitos de bananas con chocolate, el café con un plato que recargué con huevos revueltos y pancetas, me dejó turulato y tan pesado como para quedar sin ganas de meterme al mar (inédito para mí, que teniendo al mar enfrente, me meto ya sea con frío, lluvia o nieve).
El mar es realmente ese de las postales (igual, no le daré tregua por demasiado tiempo; a la tarde me zambulliré seguro). Del verde clarito y blancuzco de la orilla hasta llegar a las rompientes más azuladas, desde la reposera (acá les dicen tumbonas) el efecto es parecido al de suspenderse todo; el tiempo, las preocupaciones más opresivas, las más superficiales, el divagar en diversas pavadas... Algo raro, aunque por supuesto, gozoso. En líneas generales, disfruto más de la otra clase de vacación, que apunta más a conocer el país y sus calles, aunque por supuesto que acá se la pasa de película.
El viaje en micro de un lugar a otro del país, en general, junto a la vista de los campos y paisajes se hace llevadero con la lectura que me traje. "El hombre que amaba a los perros", que cada vez que retomo un capítulo no puedo parar hasta el siguiente y dos números de "En defensa del marxismo", con algunos artículos especialmente interesantes.
En fin, varias cosas más; el Lada pequeño que nos trajo ayer de la terminal hasta el Hotel, la cena de etiqueta a la que iremos a la noche y la espuma del mar que invita a soñar y nada más (ni nada menos).
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