sábado, 7 de junio de 2008

Los acolchonadores artificiales

"La palabra `confort´. En la sociedad moderna la ideología del confort (versión materializada, especialmente en el espacio hogareño, de los ideales del progreso) se transformó en el espacio de comprensión de la tecnología. Esta asunción es propia de la subjetividad burguesa, para la cual la casa es asumida como un `estuche´protector de la familia, un cobijo de las inclemencias causadas por el espacio industrial. Es decir, como pliegue personal, ese espacio protege o acomoda al hombre moderno a lo largo de la `lucha por la existencia´. El hogar se aparece como un refugio. En ese espacio, la tecnología deviene la puerta de acceso al esparcimiento y garantía de una vida confortable, es decir, como un acolchonador del sufrimiento. Es pertinente recordar que proponemos a los objetos tecnológicos, especialmente los domésticos como artefáctos `psicofísicos´, es decir, como superficies somáticas que evidencian nuestra condición humana a la vez que reorganizan nuestra experiencia sensorial, psçiquica y antropológica. ¿Qué queremos decir cuando mencionamos la palabra acolchonamiento? Es preciso comprender una idea central de Arthur Schopenhauer: la idea de que la existencia es básicamente sufrimiento, que el sufrimiento es inmutable, ineliminable de la vida humana. Esto no supone que la vida no sea también alegría, placer y serenidad, si no solo que la densidad del sufrimiento es parte constitutiva de la vida. Las utopías sociales del siglo XIX se propusieron eliminar en lo posible el dolor. Así, la ciencia se propuso reducir el poder de la naturaleza sobre la vida humana. El ejemplo más banal lo encontramos en el pronóstico del tiempo que consultamos diariamente. Más difícil e importante, la posibilidad de predecir el estallido de un volcán o la proximidad de un terremoto. Por otro lado, la ciencia social también se propuso reducir el sufrimiento generado por el orden laboral. Entonces, dos ambiciones utópicas: reducción del poder del azar, reducción del rango de la injusticia social. Contra esta idea de que el dolor es ineliminable de la vida social, se construye la obra de varios pensadores, fundamentalmente Schopenhauer quizás Sigmund Freud.
En los antiguos pueblos tribales, se disponía de un tipo de relación con el dolor que podemos denominar `relación heróica´. En ese cosmos de vida se permanecía en permanente contacto con el dolor a la vez que se lo dirige hacia un `afuera´, hacia los `otros´, los extranjeros, los bárbaros. La forma más habitual de relación con el dolor está emblematizada por el tiempo de guerra. En el mundo `heróico´se trata de disciplinar el espíritu a fin de que se encuentre `pertrechada´ para el inevitable encuentro con el dolor. Por ejemplo, toda la disciplina guerrera o todas las ascéticas tienen como fin preparar al alma para su encuentro con el dolor. Que uan persona tenga miedo en el campo de batalla, no resulta, a fin de cuentas, grave, siempre y cuando el alma pueda retomar control sobre sí. Si un guerrero es reducido a prisión, tampoco es grave, siempre y cuando el alma esté activa y operando una resistencia espiritual ante lo inevitable. De modo que el cuerpo sirve como escudo del alma. El cuerpo recibe los impáctos del dolor, pero lo importante es que el alma controle esos impactos, regule la desesperación, administre los estragos que la visión del cuerpo mancillado o humillado pueda operar en la conciencia.
En el mundo `cultural´o `religioso´, propio de la larga época del cristianismo, también la función de la disciplina ascética sobre el cuerpo consiste en prepararlo para el contacto con el dolor. En la la disciplina asociada a los cultos religiosos lo que se busca es acceder a la impasibilidad frente a la tentación o a los infortunios, pues las peripecias de la vida pueden conducirnos a imprevistos de todo tipo; la `rueda de la fortuna´ tanto puede favorecernos como sernos esquiva. O bien las tentaciones generadas por el `demonio´ acechan todos los días a la `carne´. Entonces, lo que buscaba la ascética cristiana es que el alma esté pertrechada para esso encuentros. Si una persona se ve tentada por los siete pecados capitales, no es grave, mientras pueda retomar el control del cuerpo, si puede arrepentirse; en definitiva se trata de tener `poder sobre sí´.
En el tercer tipo de época histórica, que es la nuestra, que algún autor ha llamado `sentimental´ o `burguesa´, se huye del dolor, pero no se pertrecha al alma para que esté preparada para ese contacto. ¿Por qué razón? Porque en la modernidad no hay diferencia entre alma y cuerpo: lo único que vale es el cuerpo, sea como fuerza de trabajo en el ámbito laboral, o como apariencia en el mundo de las relaciones sociales, ya sea como mercancía carnal o cuerpo performativo (préstese atención a la importancia que asume en este momento la industria biotecnológica, erótica y dietética con relación al cuerpo). El decir que el cuerpo no tiene ninguna defensa en el mundo moderno cuando ingresa en cntacto con el sufrimiento; sencillamente el cuerpo, en vez de servir de `escudo del espíritu´, recibe el impacto del sufrimiento en toda la línea.
De allí la importancia del confort en la vida moderna, que tiene como función resguardarnos de la inclemencia de la vida industrial y urbana moderna, en la que el sufrimiento opera como una suerte de `arma arrojadiza´, como amenaza indiscriminada. Pues el dolor ya `no culpa a nadie´, por ejemplo a los `ricos´, o al `imperialismo´. Entonces, la lucha por la existencia, ideología propia del `darwinismo social´, regula la existencia en la época sentimental. Ysólo el refugio de la intimidad permite eludir momentáneamente a los mandatos despiadados de los procesos laborales o de la soledad urbana o del tedio u aburrimiento modernos o bien del juego de relaciones sociales en los que hay que venderse como `apariencia´. La tecnología tiene como función ofrecer confort al ser humano asediado y concederle esparcimiento en un mundo inclemente: nos anestesia contra el dolor. Ella asume la función del discurso y las prácticas consolatorias propias de una época anterior en la que la religión apaciguaba el sufrimiento. Pues la modernidad técnica supone un tipo de vida que somete al ser humano a las mismas exigencias que se le hacen a una máquina. Entonces, ¿qué tipo caracterológico de ser humano ha sido necesario definir y construir a fin de poner en marcha la máquina de la sociedad tecnificada? En el siglo pasado todavía se podía hablar de `individuos singulares´, de entes políticos liberales, pero el siglo XX ya inserta a los individuos en organismos de rango estadístico, sean sindicatos, empresas de seguros de vida, tarjetas de crédito, jubilación garantizada por el Estado, abonos a Internet, o la industria farmacéutica que trata con los síntomas depresivos o las terapias intensivas que prolongan artificialmente la vida o la hipoteca bancaria sobre el propio futuro. Al dejar caer sobre el cuerpo la coraza protectora del alma, ahora no hay diferencias entre alma y cuerpo, solo los `acolchonadores artificiales´ nos permiten sostener la relación con el dolor. En un doble movimiento, insertamos nuestros cuerpos `máquinas de excitación´ a la vez que nos privamos sensorialmente a fin de eludir las experiencias vitales que podrían generar sufrimiento, tanto individual como colectivamente."
Autor: Christian Ferrer.

Definitivamente estamos mucho más alienados (por la técnica ) de lo que nos podríamos imaginar, ¿no?

1 comentario:

Emma dijo...

La verdad, no tenía mucho acercamiento con Schopenhauer o Heidegger, pero está interesante. Da para pensar.