Hace años, había inaugurado una sección de redacciones que intentaron ser un esbozo de elaboración literaria. Ésta que se encuentra más abajo, fue la primera entrega. En las cuatro que forman el total, traté y lo seguiré haciendo en adelante, a mi modo, de establecer algún hilo de continuidad. El título que había pensado para esas redacciones, fue "Arriba el rocío, debajo cristalizaciones".
Esa sección, a partir de ahora, pasa a llamarse "La música de las criaturas" y toma prestado el título del otro blog que tengo, caracterizado por encontrar allí a redacciones de tipo introspectivas, microficciones, algunas palabras que se las llevan a volar la imaginación, otras que aluden a la realidad cotidiana y otros tipos de textos.
Sonaban dulces melodías que transportaban los cuerpos en jornadas de ensueño. El destino al cual llegar... lo de menos. El lector, al alzar la vista, experimenta otra vez la tensión del esfuerzo con el que ese mundo y esa identidad han sido modelados, asegurados y sujetados a sí mismos.
Abre los ojos y la ve. La extraña. El lector piensa en ella.
Verla delante de sus ojos cerrados representa todo un espectáculo. Las manos que se mueven, bailotean como si fuera una muñeca desarticulada, casi sin vida en esos miembros pero al mismo tiempo, extremadamente atractivas, hasta la punta de los dedos; si, los dedos de los pies también trazan ochenta y un dibujos en zócalos interminables.
El lector camina un rato. Piensa que está dando vueltas en círculo, por lo que sintetiza en su cabeza lo que hacer. Sentarse en su banqueta con tapíz bordado. Levanta sobre si mismo algo de lo que pasaba en el libro, como si fuera capaz de arrastrarlo y de llevarlo hacia arriba con el mismo esfuerzo.
Luego de mirar un rato largo el paisaje soleado que lo convoca desde su ventana, escucha su llamado. La desea.
Segunda parte. Lectura y Metamorfosis, página 111. "La etimología del leer, como recuerda Heidegger...".
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