El sábado fui a ver "Mario Ian, 30 años de Heavy Metal". El recital fue una maza. Repleto de temazos de todas las bandas en las que Mario cantó, con casi todos los músicos de los grupos en los que estuvo. Mientras escuchaba uno de los temas (no importa cuál), pogueaba, saltaba, cantaba y disfrutaba un montón me pregunté ¿por qué no lo siento como una felicidad que me invade y me toma (casi como en un éxtasis provocado por la experiencia de la música y del show)?
Hoy a la mañana, estudiando en una plaza, me quedé pensando en esta pregunta que dejé picando y pensé que ¿no será que no necesariamente uno tiene que llegar a una especie de nirvana para disfrutar colmadamente de un momento, de algo que está viviendo y experimentando?
Y mientras pensaba en eso, aparté la mirada de mi apunte y vi, en su nidito, un pajarito como este:
Cypress perseguido… ¿o perseguidor?
Hace 2 años
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