viernes, 4 de marzo de 2016

Capítulo X. Santiago de Cuba (tercer día)



(Del 03/02)

Último día en Santiago de Cuba. Hoy hicimos de todo y no nos quedamos con casi nada importante por conocer. Durante todo el día hubo un calor que te descosía el mate. Ya a las 9:30 la intensidad del sol era tremenda. Más que nada a eso se debió el calor.

A la mañana fuimos nada menos que al Cuartel Moncada. Actualmente funciona como un Centro Escolar que es enorme y contiene un campo deportivo, el Palacio de Justicia y entre otras cosas más, el museo, al que fuimos.
Ya desde la entrada llamaban a la atención los impactos de potentes disparos a los lados de la entrada al museo. Durante la visita guiada nos enteramos que se debieron a los disparos de los propios soldados de Batista, para incriminar a la avanzada revolucionaria y a sus caídos dentro del cuartel, en lo que fue el ataque al Moncada comandado por Fidel en el '53.
Incontables objetos pertenecientes a los integrantes de la Generación del Centenario (por el centenario del natalicio de José Martí en 1953) que arremetieron contra el centro de poder que representaba el Cuartel Moncada para la dictadura de Batista, se exhibían allí. Zapatos de civil que delataron a uno de ellos en la vanguardia del ataque; la pluma, condecoraciones y demás cosas del soldado que salvó a Fidel en el momento de su captura, ya que no lo entregó a sus superiores si no que lo hizo en una comisaría común y mucho más que también se pudo ver en las salas. Particularmente se hacían notar las salas de detención que los represores le tenían reservadas a los rebeldes. Las torturas más horrendas, calabozos y "salas de espera" pretendían obtener confesiones y el coraje y las convicciones de muchos de ellos y ellas prevaleció sobre la brutalidad anti obrera.

Antes de almorzar, hicimos una visita ligera al Museo del ron (que incluyó una degustación que realmente valió la pena).
En el Fondo de la Cultura (espacio compartido con artesanos varios), volvimos a comer sabroso y barato como en ningún otro lugar de la Ciudad -sin mencionar que se prepara en el momento y son muy atentos-. Luego de un heladito rico en el Copelia local, una merecida siestita.

Para las tres de la tarde, Alfredo, el amabílisimo y buen taxista que había encargado Niurka (la dueña de la casa) ya había llegado a buscarnos.
Con él y su destacada predisposición (nos ahorró más de 11 CUC del costo de sacar fotos, en todos los lugares que visitamos), fuimos en primer lugar al Cementerio de Santiago (tan importante como el de La Habana). Allí vimos la tumba con un ángel negro de Estrada Palma, el primer presidente que tuvo la República de Cuba y que mereció esa insignia funesta por haberle entregado Guantánamo a los yanquis.
Luego, algo muy destacado. No sólo visitamos la tumba y mausoleo de José Martí (con innumerables símbolos de la gesta independentista), si no que también pudimos ver la ceremonia del cambio de guardia, que se hace cada media hora.
También vimos la tumba de Cumpay Segundo, con 90 flores de bronce abiertas, con el agregado de "Las flores de la vida", título de su última canción inscripta en su lápida.

Luego de pasar por La Plaza de la Revolución y sacar las fotos que ameritaba la ocasión, seguimos camino hacia un lugar que valió la pena conocer.
Llegamos al Castillo del Morro y fue como meterse en la época de las invasiones de piratas y filibusteros, ante la resistencia de ese bastión del imperio español. Las celdas en las que encerraban prisioneros eran de novela, por lo espantosas y cerradas que se evidenciaban a la imaginación.
Pero por sobre todo, la vista en los balcones superiores hacia el Mar Caribe y las costas de la Ciudad, lo completaron todo.

Para terminar, y en el momento en el que el sol poniente besaba las aguas del mar, presenciamos la ceremonia en la que un grupo de cubanos caracterizados y representando a soldados españoles de la época, fueron hasta uno de los cañones apostados sobre uno de los balcones, lo cargaron ¡y dispararon!

Ahora a cenar, a descansar y mañana muy temprano, rumbo a Holguín.

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