miércoles, 16 de marzo de 2016

Capítulo XVII. Playa Girón


(Del 14/02)

Ya abordamos el micro (bus, gua gua, el Vía Azul o el Yutong, le diría cualquier cubano) de regreso a La Habana. Nos hospedaremos nuevamente en la casa en la que estuvimos al llegar al país, al comenzar las vacaciones.

Hay tanto que relatar de nuestras experiencias tan notables y bellas de estos dos días en Playa Girón, fue tanto lo que lo disfrutamos que antes de comenzar siento que me faltarán las palabras para expresarlo todo.
La vívida cantidad y calidad de asombrosos peces que vimos, fue una fiesta para los sentidos sólo igualada a la de compartirlo todo con el amor de mi vida y compinche para todo, celebrando hoy (14/02) que estamos enamorados de habernos elegido.

Sobre todas las cosas, el increíble y diminuto tamaño de algunas aves que vimos fue acompañado por la calidez del enorme corazón de nuestros anfitriones, Carlos y Coralia, junto a sus hijos. En su casa, no nos sentimos turistas; fuimos viajeros y especialmente amigos, en un ambiente de confianza y confraternidad.
Pero ya es suficiente calificativos de lo gozoso que fue todo; a darle pie al relato.

Llegamos el viernes a eso de las siete y cinco (20 minutos antes de lo establecido), ya oscurecido y ni nos dimos cuenta debido a lo inexistente de la terminal. Sucede que Playa Girón es pequeño. Inmediatamente después de dejar las mochilas, nos sentamos a cenar la comida que pedimos y nos prepararon en la casa. Tanto los desayunos, como los almuerzos y las cenas fueron dispuestos con una abundancia desbordante en sabrosura y consideración.

Ya en la cena, Carlos (nuestro anfitrión, que nos fue a buscar con un Jeep Boogie con el que trabaja) se demostró muy afable y conversador, proponiendonos varias de las cosas interesantes para hacer en Girón y que de inmediato confirmamos para hacer. La excursión más inmediata que haríamos fue ir a bucear, por lo que en pocos minutos vino a la casa Alexander, el guardavidas de la Cruz Roja cubana con el que arreglamos para la mañana siguiente.

Ni Silvina ni yo (a pesar de mi experiencia de 10 años como nadador) habíamos buceado nunca y "La Cueva de los peces", situada a 17 kms de Playa Girón sería el lugar indicado para nuestro debut.
Luego de que nos instruyeran sobre lo teórico y básico para bucear, ya estábamos listos para zambullirnos. No sin ciertas dificultades previsibles para adaptarse que subsanamos rápidamente, el panorama de vida que allí debajo se abrió ante nuestros ojos fue narcotizante. Peces plateados con franjas doradas verticales, otros de cuerpo mayormente violeta, negro y azul oscuro con la cola de color verde y amarillo fosforescente, gusanos de mar, adheridos a las piedras del lecho marino, largos como un brazo que contraen y expanden una boca atemorizante. Azorados contemplando todo eso mientras nos desplazábamos, un instructor los atraía arrojándoles alimento, mientras otro nos fotografiaba con una cámara especial.

Supusimos que eso sería todo y pronto descubrimos que faltaba mucho más. Un numeroso pelotón de buceadores con sus instructores se nos sumó, yendo todos varios metros más profundo que al principio. Un mero de 20 kilos fue la atracción que se sumó a la variedad marina imperante.

Ni fatiga física ni respiratoria; fueron los diferentes niveles de presión en los oídos que sentí lo que no logré dominar y me llevaron a indicarle al instructor la señal de "quiero dejar de bucear".

5 minutos después de volver a la orilla, regresó Silvina y nos fuimos ahí mismo a hacer snorkel. Quien imaginaria ver la misma riqueza y variedad de peces apenas metido en el agua. De locos. Como si fuera poco, continuamos con el snorkeling en una cueva de 25 mts de profundidad (la más honda de toda Cuba). Unas merecidas hamburguesas a las 14:30 nos devolvieron energías para volver con todo a la casa.

Descansamos, paseamos y comimos un cucuruchito de chocolate en Copelita. De regreso en la casa, la generosa charla con Coralia nos permitió una visión más profunda del presente en Cuba. El bajísimo monto de un salario promedio (300 pesos nacionales), el altísimo costo de la compra de materiales para la construcción, de los autos, son algunas de las variables en el cuadro de la carestía galopante que padecen los trabajadores cubanos. Es imperiosa la necesidad de replantear una transformación revolucionaria de la organización social cubana, de la mano del desarrollo de una alternativa de poder de las mayorías laboriosas de América y del mundo. Nuevamente, que la crisis la paguen los capitalistas. Inclusive la charla ameritó que le contara a Coralia de que modo las iniciativas del Partido Obrero y del Frente de Izquierda como el proyecto de 6 horas para enfermería en Bs As (ya que esa es su profesión), son una punta de lanza de la acción de los trabajadores contra el ajuste kirchnero-macrista.

Notable fue también la maqueta del proyecto escolar del hijo menor que se encontraba luego de entrar a la casa. Representaba el ataque del invasor imperialista a Playa Girón en 1961 y en un extremo, manuscrito el relato de los testimonios de la abuela del muchacho, sobreviviente a duras penas al ataque perpetrado contra la población indefensa. La solidaridad y la decisión para repeler la invasión imperualista, marcó un precedente histórico para todos los movimientos revolucionarios de América Latina.

Tempranito, a las 6:45 de hoy domingo, emprendimos con Carlos una expedición muy especial, fuente principal de su trabajo. Fuimos a hacer avistamiento de aves. La paciencia y los extensos senderos recorridos fueron enormemente retribuidos con el festival de variadas aves que observamos desde distintos sitios. A papá le encantaría experimentarlo.

Vimos a palomas perdices (tienen plumajes gris y en la cabeza, un "gorrito" celeste con franjas blancas y negras), pájaros carpinteros, Aura Tiñosa (un ave carroñera muy grande), unos búhos particularmente pequeños que al rascarles Carlos el tronco de la palma muerta que habitan, se asoman para ver quien es... En fin, muchas especies más fotografiamos y vimos con los larga vistas.

Y claro, la jornada tuvo su plato fuerte. Logramos ver al Tocororo, el ave nacional de Cuba (su plumaje tiene distribuido los mismísimos colores de la bandera nacional) y largo rato al Zun Zuncito. El colibrí más pequeño del mundo es un espectáculo digno de descubrir y por el cual viajar a Playa Girón.

Como si todo eso hubiera sido poco, tuvimos tiempo de ir al Museo de Playa Girón, en el que se exhibe detalladamente la resistencia de la revolución cubana a la arremetida de la invasión yanqui en el '61 y de hacer algo más.

Dos horas antes de irnos fuimos a Caleta Blanca (acá creo que me falla la memoria con el nombre). Un recreo turístico hermoso donde pudimos darnos un último baño en el Mar Caribe (esta vez si lo fue, no como cuando estuvimos confundidos en Playa Guardalavaca en Holguín, donde en realidad nos metimos en el Atlántico).

Calurosas despedidas, Baglietto sonando en el micro, 20 minutos para llegar a La Habana ¿Qué más se puede pedir?

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